Estaba ojeando noticias antes de escribir sobre la nueva debacle del Betis anoche en Villamarin, y me he ahorrado el tiempo, ya que he encontrado este magnífico artículo de Manuel Contreras. La pura realidad, por dura que parezca.
"Crucemos
los dedos para que esto no sea el dejà vu de hace dos años, que es lo que
parece"
Linus Lövgren es un chaval
sueco residente en el pequeño municipio de Borlänge, en el centro de
Suecia, que tiene tatuado el escudo del Betis. A pesar de
que en su casa apenas hay afición al futbol, se hizo seguidor del
club cuando tenía once años, impresionado por el Betis de
Serra Ferrer, y desde entonces sigue con pasión los avatares verdiblancos.
Cada fin de semana se las apaña para seguir los partidos del Betis por
televisión, y sus comentarios en Twitter denotan un perfecto conocimiento
de la plantilla.
El caso de Linus se repite en otras muchas ciudades del planeta. Gente sin relación alguna con Sevilla que se hacen seguidores acérrimos del club de Heliópolis. No han pisado la ciudad, no hablan español, pero a miles de kilómetros captan que el Betis es un club especial: esa es la grandeza del beticismo, un sentimiento que escapa a los parámetros de la lógica y la razón.
El caso de Linus se repite en otras muchas ciudades del planeta. Gente sin relación alguna con Sevilla que se hacen seguidores acérrimos del club de Heliópolis. No han pisado la ciudad, no hablan español, pero a miles de kilómetros captan que el Betis es un club especial: esa es la grandeza del beticismo, un sentimiento que escapa a los parámetros de la lógica y la razón.
Los locos de la cabeza como
Linus merecen un equipo a la altura de su leyenda. No hay derecho que un tipo
que en el centro de Suecia se las apaña cada domingo para ver
jugar al Betis se le ofrezca un bodrio como el de ayer. Un equipo mal
colocado, sin estrategia, sin físico, perdido enmedio de la lluvia sin
saber a qué jugar. Un equipo al que le llegan a su área 34 veces -¡34
veces, Linus!- y que tarda 40 minutos en tirar a puerta ante su afición.
Un equipo inseguro, cohibido ante la falta de un patrón de juego y que por
tercer partido consecutivo encaja un gol en los primeros
diez minutos. Un equipo sin trabajar, sin jugadas ensayadas y para el
que una falta en contra es casi un penalti. Un equipo, en definitiva, muy
por debajo de la plantilla que lo compone.
Nosotros, los que traemos el
beticismo de fábrica, no tenemos opción, pero me pregunto cómo es posible
que un sueco que vive a 3.600 kilómetros de Sevilla siga enganchado
al Betis tras partidos como el de ayer. Es la prueba irrefutable de que el
Betis es algo único y el beticismo una bendita enfermedad. Quizás un virus
en el hipotálamo, vaya usted a saber. En cualquier caso,
Linus, machote, perdona el espectáculo y crucemos los dedos para que
esto no sea el dejà vu de hace dos años, que es lo que parece. Y
si lo es, no pasa nada: seguiremos disfrutando derrota tras derrota de
este Ébola verdiblanco que no tiene fronteras ni, gracias a Dios, vacuna
posible.
FUENTE: Manuel Contreras - AL FINAL DE LA PALMERA
http://sevilla.abc.es/deportes/alfinaldelapalmera/opinion/la-opinion-de-manuel-contreras/perdona-linus-98947-1446422638.html
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